3 de septiembre de 2012

El miedo es usualmente visto como la emoción de los débiles,  como una emoción a desterrar. Sin embargo, sería bueno pensar al miedo como la emoción que me avisa que hay un peligro, un riesgo, y desde ese lugar  resguardarnos.
“Si tenemos mucho miedo, tomamos  muchos resguardos y no tomamos  riesgos, tampoco tenemos  libertad, tampoco vivimos”. Por el contrario, si no tengo miedo, no tomo resguardos, me expongo y expongo a otros.
El miedo es algo que podríamos gestionar;  es la emoción en la que podemos planificar.
Como  funciona?
Nuestro organismo está equipado con todo un complejo sistema de supervivencia que se activa ante la percepción de cualquier peligro, se auto regula y prepara el terreno para favorecer la supervivencia del individuo.
En el sistema nervioso se dispara  una  alarma que produce un aumento de actividad de diversas funciones corporales como aumento en la presión arterial, intensificación del metabolismo celular, incremento de glucosa en la sangre, aumento en la coagulación sanguínea e incluso un aumento en la actividad mental. De igual manera la sangre se va a los músculos mayores, principalmente a las piernas, para tener suficiente energía para escapar. El corazón comienza a trabajar a una velocidad muy por encima de lo habitual, se disparan rápidamente hormonas  como la adrenalina a todo el cuerpo y a los músculos. El sistema inmunológico se detiene, así como todas las funciones no esenciales en el cuerpo, para prepararlo para lo que venga: la huida o la pelea.
Sin embargo, en algunas personas esta alarma se activa sin ninguna razón aparente. Cuando esto sucede, se da lo que se conoce como Ataque de Pánico.
En estas  crisis al dispararse la alarma, la persona comienza a sentir todas las reacciones fisiológicas, la respiración se altera, provocando cambios en la química sanguínea. Las glándulas endocrinas bombean hormonas, tales como la adrenalina, a la sangre. Las personas presentan un aumento en su ritmo cardiaco y su presión sanguínea desencadenadas como respuesta al miedo.
“No hay peor miedo que el que construye uno mismo”
El miedo en el deporte
¿Se puede combatir el miedo en el deporte?
Esta es la gran pregunta, que no siempre es posible responder. Lo que sí es posible controlarlo, y hacer que el rendimiento deportivo aumente. Por ejemplo, una herramienta muy potente es justamente la confianza, si un jugador está confiado tendrá más valor para probar y hacer cosas que no alguien aterrado en el terreno de juego. Esta confianza hay que tratarla con el conjunto de equipo, unos compañeros que ayuden y apoyen a un jugador son la clave del éxito en este aspecto. De allí las prácticas con ejercicios o dinámicas especificas con el propósito de trabajar la confianza del grupo o equipo.
A parte de la confianza, otra arma a recurrir es la propia experiencia. Esto ya no se puede trabajar, simplemente, y aunque suene algo raro, hay que tener paciencia y esperar. La experiencia, el ir ganando minutos y entrenamientos,  ( horas de vuelo), hará que nos acostumbremos a situaciones potencialmente propensas a esos momentos de pánico  deportivo. 
La  ansiedad  y  la angustia generan energía, que visto con otra mirada podría transformarse en  una energía extraordinariamente positiva.  Por ejemplo; todos hemos leído cosas sobre la fuerza que desarrollan algunas personas ante una catástrofe. Pero la mayor parte de las veces, la energía producida por el miedo lo que genera es lo contrario, irritabilidad, rigidez, el bloqueo y la  depresión. La respiración es restringida, la presión sube, pero ahora no hay descarga, porque ni la lucha ni la huida son respuestas adecuadas.
Lo primero que tenemos que hacer para utilizar la energía del miedo en el deporte o  ¿por qué no?, en cualquier otra actividad, es recuperar esa energía, no perderla. Perdemos esa energía cuando negamos el miedo o cuando tratamos de esconderlo o lo derivamos hacia respuestas no productivas.
En el deporte, en cualquier deporte, el miedo se genera por pensamientos; lo que llamamos “conversaciones internas”.
Si nos preguntamos “¿por qué tengo miedo?” las respuestas que vamos a encontrar nos llevarán a aspectos intelectuales. Si, por el contrario, nos preguntamos “¿cómo sé yo que tengo miedo, cómo se manifiesta ese miedo, cómo agarro la pelota, el palo de hockey o el palo de golf, o la raqueta  cuando tengo miedo…?, ¿cómo puedo hacer para cambiar esta situación?”, seguramente esto  nos llevaría  a respuestas de acción, a respuestas de utilidad.
Como convertir los miedos en aliados?
“Al hacernos dueños de nuestros miedos, reconocerlos y  sacarlos hacia afuera, mirarlos cara a cara, apreciar su fuerza, su utilidad, la energía potencial que acumulan, hara que éstos  jueguen a favor nuestro”  .

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