El miedo es usualmente visto como
la emoción de los débiles, como una emoción a desterrar. Sin embargo, sería
bueno pensar al miedo como la emoción que me avisa que hay un peligro, un
riesgo, y desde ese lugar resguardarnos.
“Si tenemos mucho miedo,
tomamos muchos resguardos y no tomamos riesgos, tampoco tenemos libertad,
tampoco vivimos”. Por el contrario, si no tengo miedo, no tomo resguardos, me
expongo y expongo a otros.
El miedo es algo que podríamos
gestionar; es la emoción en la que podemos planificar.
Como funciona?
Nuestro organismo está equipado
con todo un complejo sistema de supervivencia que se activa ante la percepción
de cualquier peligro, se auto regula y prepara el terreno para favorecer la
supervivencia del individuo.
En el sistema nervioso se dispara
una alarma que produce un aumento de actividad de diversas funciones corporales
como aumento en la presión arterial, intensificación del metabolismo celular,
incremento de glucosa en la sangre, aumento en la coagulación sanguínea e
incluso un aumento en la actividad mental. De igual manera la sangre se va a los
músculos mayores, principalmente a las piernas, para tener suficiente energía
para escapar. El corazón comienza a trabajar a una velocidad muy por encima de
lo habitual, se disparan rápidamente hormonas como la adrenalina a todo el
cuerpo y a los músculos. El sistema inmunológico se detiene, así como todas las
funciones no esenciales en el cuerpo, para prepararlo para lo que venga: la
huida o la pelea.
Sin embargo, en algunas personas
esta alarma se activa sin ninguna razón aparente. Cuando esto sucede, se da lo
que se conoce como Ataque de Pánico.
En estas crisis al dispararse la
alarma, la persona comienza a sentir todas las reacciones fisiológicas, la
respiración se altera, provocando cambios en la química sanguínea. Las glándulas
endocrinas bombean hormonas, tales como la adrenalina, a la sangre. Las personas
presentan un aumento en su ritmo cardiaco y su presión sanguínea desencadenadas
como respuesta al miedo.
“No hay peor miedo que el
que construye uno mismo”
El miedo en el
deporte
¿Se puede combatir el miedo en el
deporte?
Esta es la gran pregunta, que no
siempre es posible responder. Lo que sí es posible controlarlo, y hacer que el
rendimiento deportivo aumente. Por ejemplo, una herramienta muy potente es
justamente la confianza, si un jugador está confiado tendrá más valor para
probar y hacer cosas que no alguien aterrado en el terreno de juego. Esta
confianza hay que tratarla con el conjunto de equipo, unos compañeros que ayuden
y apoyen a un jugador son la clave del éxito en este aspecto. De allí las
prácticas con ejercicios o dinámicas especificas con el propósito de trabajar la
confianza del grupo o equipo.
A parte de la confianza, otra arma a recurrir es la propia
experiencia. Esto ya no se puede trabajar, simplemente, y aunque suene algo
raro, hay que tener paciencia y esperar. La experiencia, el ir ganando minutos y
entrenamientos, ( horas de vuelo), hará que nos acostumbremos a situaciones
potencialmente propensas a esos momentos de pánico
deportivo.
La ansiedad y la angustia
generan energía, que visto con otra mirada podría transformarse en una energía
extraordinariamente positiva. Por ejemplo; todos hemos leído cosas sobre la
fuerza que desarrollan algunas personas ante una catástrofe. Pero la mayor parte
de las veces, la energía producida por el miedo lo que genera es lo contrario,
irritabilidad, rigidez, el bloqueo y la depresión. La respiración es
restringida, la presión sube, pero ahora no hay descarga, porque ni la lucha ni
la huida son respuestas adecuadas.
Lo primero que tenemos que hacer
para utilizar la energía del miedo en el deporte o ¿por qué no?, en cualquier
otra actividad, es recuperar esa energía, no perderla. Perdemos esa
energía cuando negamos el miedo o cuando tratamos de esconderlo o lo derivamos
hacia respuestas no productivas.
En el deporte, en cualquier deporte, el miedo se genera
por pensamientos; lo que llamamos “conversaciones internas”.
Si nos preguntamos “¿por qué
tengo miedo?” las respuestas que vamos a encontrar nos llevarán a aspectos
intelectuales. Si, por el contrario, nos preguntamos “¿cómo sé yo que tengo
miedo, cómo se manifiesta ese miedo, cómo agarro la pelota, el palo de hockey o
el palo de golf, o la raqueta cuando tengo miedo…?, ¿cómo puedo hacer para
cambiar esta situación?”, seguramente esto nos llevaría a respuestas de
acción, a respuestas de utilidad.
Como convertir los miedos en
aliados?
“Al hacernos dueños de nuestros
miedos, reconocerlos y sacarlos hacia afuera, mirarlos cara a cara, apreciar su
fuerza, su utilidad, la energía potencial que acumulan, hara que éstos jueguen
a favor nuestro” .
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