30 de mayo de 2012

Ser o no ser..




¿Auténticos o inauténticos?

La inautenticidad causada para satisfacer intereses ajenos a la propia naturaleza, consiste en adecuar el comportamiento a lo que los demás esperan y no a lo que dictan las convicciones.

Es esta una decisión trascendental y determinante para nuestras vidas. Hay personas que no se entregan plenamente a lo que son y a lo que profesan. Por eso crean en sí mismos un vacío que tienen que llenar, puesto que carecen de una identidad; esto les conduce a adoptar papeles falsos o a buscar notoriedad de diversas maneras.

Es siempre una obra del "yo" que busca afirmarse y ser tenido en cuenta por los demás. Los caminos son innumerables: el hábito sistemático de opinar diversamente de los demás, un comportamiento social muy obsequioso, la ubicación dentro de un grupo selecto de personas cerrado a los demás, la búsqueda constante de modos de destacarse dentro del grupo, etc.

¿Qué pasa cuando te volves un recurso de la sociedad?

El inter-actuar en un ambiente que nos determina, obliga a optar por el camino de servir a la sociedad de alguna forma, lo que va creando una identidad común para todo ser, y una suerte de inhumanidad, ya que es como si dejáramos de vivir y empezáramos a servir.


El concepto de Cultura, definida como “el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de los modos de vida, derechos humanos, sistemas de valores tradicionales y creencias” constituye un tejido significativo y simbólico de relaciones entre los entornos que rodean al hombre y que lo lleva a adquirir el sentido del sí mismo.


La Caja de Pandora


Lo que no es autenticidad.


Ante todo podemos ver que no es autenticidad el automatismo. El automatismo sea el que sea, por adornado que esté, está por definición en oposición a la autenticidad. Automatismo quiere decir que algo está actuando en virtud de un principio de funcionamiento de un circuito cerrado, es decir que se trata de algo adquirido, algo extraño a uno mismo, aunque este incorporado a nosotros.

Tampoco es autenticidad, aunque a veces suele confundir, la impulsividad. Esas personas que creen que ser autentico es dar salida a los impulsos en el momento en que se presentan, entran en error. La impulsividad es simplemente la expresión de algo que hay dentro, pero no de lo central, de lo esencial, sino un aspecto de una tendencia desordenada.

Ni siquiera la sinceridad es lo mismo que la autenticidad. Sinceridad significa que una persona, al expresarse, no en­gaña, que habla de acuerdo a lo que siente, con lo que ve. Pero esto no basta para que la persona sea auténtica.


¿Cómo vivimos la autenticidad?

Todo esto parece un poco algo así como un viviendo en un mundo lleno de reglamentos, lleno de obligaciones. Hoy más que nunca, casi no se conoce la autenticidad, e incluso sabemos que no es posible o tal vez deseable esa autenticidad. Se nos ha educado, no tratando de que descubriéramos lo que somos en nosotros mismos, sino valorándonos siem­pre en función de nuestras actividades, de nuestro rendi­miento, siempre en comparación con los demás. En todo momento nos estamos definiendo respecto a los demás. Se nos ha dicho que un ser humano vale lo que es capaz de hacer, vale el valor que se le da, y, como este valor depende de su éxito, de su presti­gio, de su valoración social, nosotros querramos que los demás nos valoren y juzguen bien, provocando a que estemos siempre pendientes de estos esquemas de valoración social.

Y, así, organizamos nuestra conducta, nuestros valores, y estima­mos a las personas según nos valoren, que nos reco­nozcan más o menos. Estamos viviendo en virtud de una valoración comparativa constante. Nunca se nos ha valora­do, nunca se nos ha educado para que nosotros tratemos de descubrir qué somos nosotros mismos, en nosotros mis­mos, por nosotros mismos.

De este modo, nos sentimos satisfechos cuando nues­tro valor queda afirmado, confirmado, aceptado o recono­cido por los demás, y nos sentimos insatisfechos cuando no se nos reconoce, cuando se nos critica. Tanto es así que, si unos nos valoran y otros nos critican, llega un momento en que no sabemos si valemos o no; estamos a merced de nues­tra cotización social.

Y esta necesidad de aparecer de un modo, para merecer unos juicios determinados, nos aleja cada vez más de nues­tra posibilidad de ser. Hemos de cuidar las apariencias ante los demás y ante nosotros mismos.

De este modo estamos edi­ficando un sistema de valores completamente falso, com­pletamente artificial, que nos aleja de nosotros mismos.

Una expresión total.

La autenticidad lleva a un descubrimiento pleno de la naturaleza de uno mismo. Pero la persona que vive únicamente ver­tida hacia un modo corriente de vivir, difícilmente puede llegar a esto. Solamente puede llegar a realizar esta autenticidad aquella persona que tiene una absoluta necesidad de ella, aquélla para la que es absolutamen­te preciso llegar a vivir su propia Verdad, aquella persona para la que esto es lo más importante, más impor­tante que su personaje social, más importante que el llegar a triunfar en cualquier circunstancia de la vida. Cuando esta persona descubre que aquí está la base de toda realidad, que en esto está el sentido, que esto es lo único que puede dar realmente sentido a nuestra existencia, enton­ces puede estar dispuesto a pagar el precio, la entrega, el trabajo necesario para esta Realización Central.


En segundo lugar, la persona necesita situarse en un am­biente especial, salirse temporalmente de la vida usual, según la propia necesidad, du­rante algunos días “especiales”, durante horas, durante cuartos de hora, hacer pequeños pa­réntesis en su vida habitual, para crecer y desarrollarse en aquellas direcciones en que no se ha desarrollado interior­mente. Nuestra vida corriente nos desarrolla hacia fuera, pero nosotros tenemos otras dimensiones que desarrollar. Y esto solamente lo podemos hacer efectuando un pequeño paréntesis, un pequeño alto, en esta constante proyección hacia fuera, situándonos en ese ambiente ideal en el que se puede trabajar de un modo ideal, de un modo concreto, bajo una dirección, para desarrollar todo lo que es nuestro proceso dinámico natural.

Nuestra vida está hecha de acción. Acción significa ex­presión. En nuestra vida estamos expresando constante­mente, expresamos impulsos, aspiraciones, necesidades. Nuestra vida está hecha de un intercambio constante; este intercambio es esencial, es inherente al mismo existir. ¿Por qué, pues, no aprovechar todo esto como un medio de realización interior?.

El entrenamiento, el ejercicio físico, la respiración, todas las prácticas que se ha­gan, son ayuda, son medios de trabajo. Pero, cuanto más profundamente lleguemos a comprender que nuestra realización depende de nuestra entrega total en el instante, de este abrirnos a la situación de un modo pleno, sea cual sea la situación, tanto si son en las prácticas, como en los negocios, como en la situación fami­liar, cuanto más veamos que el secreto de esta realización está en que todo “yo” me exprese en cada instante del todo, entonces es cuando convertiremos cada momento de la vida en un instante de trabajo, en un instante de Realización.

Hasta que llega un momento en que ya no hay que romper resistencias, porque hemos ido sintonizando con esa dinámica que desarrolla todo cuanto existe, un momento en que ya podemos vivir dinámicamente, pero en un silencio profundo, porque hemos descubierto que el Silencio y la Acción Exterior son dos planos distintos del mismo Ser, un silencio profundo que lo envuelve todo y una expresión de ese silencio que es lo que llamamos Manifestación.

                                   












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